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Curso de Quirología Médica y Psicológica

quirología

 

Aprende a leer, descifrar y entender las líneas de la mano, pero también sus formas, símbolos y estructura de acuerdo con los astros.

La Quirología es una antigua disciplina que practicaban ancestrales médicos, terapeutas, sanadores y adivinos. A partir de ella se puede conocer la historia, desarrollo y características de la personalidad, también diagnósticar orígenes y causas de enfermedades físicas y mentales. Conocer el pasado y el presente de la estructura psíquica. NO ES ADIVINATORIA.

TEMAS:

  1. Historia de la Quirología: Egipto, India, Persia.
  2. Aplicaciones: Clínicas, médicas, psicológicas, psiquiátricas.
  3. Anatomía de la Mano, líneas, montes, brazaletes.
  4. Relaciones entre la Quirología y la medicina.
  5. Relaciones entre la Quirología y la psicología.
  6. Diagnósticos y Tratamientos.

FECHA:

21 de Mayo de 2018.

En el Centro Historico de Guadalajara Jalisco.

Duración: 12 sesiones.

Costo: 200$ por sesión. Icluye una bebida de cortesía.

INFORMES:

En el Facebook de Adán de Abajo;: Adán

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Curso de Astrología Psicológica y Cabalística en Guadalajara

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Aprende a realizar cartas natales y análisis astrológicos  para personas, negocios e instituciones. A brindar asesorías y acompañamientos desde el punto de vista de los astros. A través de uno de los lenguajes científicos y psicológico-intuitivos mas antiguos de la humanidad: la Astrología.

TEMAS:

  1. Historia de la Astrología, la astrología en diferentes culturas y etapas.
  2. Casas Zodiacales.
  3. Planetas.
  4. Aspectos astrológicos.
  5. Relaciones entre la astrología y la psicología.
  6. Relaciones entre la Cábala y la Astrología.
  7. Coaching Astrológico.
  8. Terapia Astrológica.

SEDE:

En el Centro Histórico de Guadalajara Jalisco. México.

INICIO:

A partir del miercoles 18 de Abril de 2018. De 7:00 a 9:00 pm.

COSTO:

200$ por sesión, incluye materiales bibliográficos y una bebida en cada clase.

IMPARTE:

Adán de Abajo.

Información:

Inbox, Facebook de Adán de Abajo: Adán de Abajo

 

 

 

La Cuarta Dimensión, o la posibilidad de escapar de los límites de nuestra percepción

Adan de Abajo: Psicoánalisis, Tarot, Astrología, Novela, Cuento y Esoterismo

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Existe asimismo en la naturaleza una fuerza mucho más poderosa, siquiera sea en otra forma que el vapor, y por medio de la cual, un solo hombre que pudiera apoderarse de ella y supiera dirigirla, trastornaría y cambiaría la faz del mundo. Esta fuerza era conocida por los antiguos, y consiste en un agente universal cuya ley suprema  es el equilibrio y cura dirección tiende inmediatamente al gran arcano de la magia trascendental.

(ELIPHAS LEVI –Dogma y Ritual de la Alta Magia)

 

  1. El Prisionero de la Fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo

El joven científico no tenía verdadera necesidad de asistir a aquellas tertulias sobre política y sociología, en compañía de revolucionarios, socialistas y anarquistas. Se preparó en la Universidad de San Petersburgo en física y matemáticas, también poseía profundos conocimientos de literatura y música. Leía poesía, filosofía y novelas sin parar y tocaba bastante bien el…

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Unos tamalitos, mi amor…

Anciana purépecha con rebozo (Ramón López Álvarez) 3

 

 

El carrito de tamales se desplazó empujado por añejas y trabajadas manos hasta el extremo del periférico. La anciana los preparaba de mole rojo, verde y piña. Llevaba un frasquito con salsa de chile macho, sumamente picoso para acompañarlos.

-Se los compro todos. Le dijo un hombre un tanto nervioso y apurado.

-¡No mi señor! -Respondió ella orgullosa. Si se los vendo todos no voy a tener para mis demás clientes.

-¡Ah qué vieja mamona! ¡Usted es la más ojete de todas!

Y la mujer dejó de mirarlo para atender a otros clientes que aguardaban.

El hombre dio varias vueltas alrededor de su puesto, viendo cómo la gente acababa con los tamales uno a uno, sirviéndoselos con chile casero, crema y queso para acompañarlos.

Cuando ya no le quedaba uno solo de sus suculentos productos, el individuo regresó hacia la mujer, siguiéndola a la distancia mientras ella avanzaba lento, empujando el carrito ya vacío de sus productos.

De pronto, la anciana se dio la vuelta ciento ochenta grados para increparlo:

-¡Muchacho majadero! ¿Porqué me dijiste todas esas cosas…?

-¡¡¡Perdóneme madrecita!!! ¡¡Soy un hocicón!!

La tamalera se quedó meditando, sin dejar de observar al individuo.

-¡Pobrecito mi hijo…! Nomás quería sus tamales. Tenga uno que me quedó aunque sea:

Y saco uno de piña que se había reservado para cenárselo más tarde, ofreciéndolo al hombre con sus manos temblorosas.

-¡No los quiero para comérmelos! Yo lo que quería era ayudarla.

Extendió un puño de billetes que metió con discreción en delantal de la anciana.

-¡Ah ya me acordé de ti. Me robaste cuando estabas chico todas mis ganancias. Después te balacearon y te mandaron al hospital.

Y el hombre se acarició el estómago con nostalgia.

Igor Caruso: Don Gato y el psicoanálisis en México

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Todo revolucionario auténtico es un representante de la forma social pasada, de lo contrario no sería revolucionario: la revolución  ya estaría hecha. Se olvidan de que el revolucionario debe, en primer lugar, cumplir la revolución  de una manera aparentemente idealista en su propia persona, antes de llevarla al mundo de una manera realista y plenamente consciente.

 

(IGOR CARUSO – El Psicoanálisis: Lenguaje Ambiguo)

 

  

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Sus alumnos le apodaban Don Gato sin que se diera cuenta, pero no lo hacían con ironía ni resentimiento, como ocurre con otros profesores menos apreciados, sino todo lo contrario, con bastante cariño. Le llamaban Don Gato por la nariz ganchuda que parecía elevar cuando miraba a un paciente a quien psicoanalizaba, o cuando escuchaba a sus alumnos y colegas en un seminario psicoanalítico, atendiendo a sus argumentos con sumo cuidado, antes de rebatirlos y confrontarlos con otros mucho más eruditos y fundamentados, o  antes de apoyarlos y enriquecerlos con su sabiduría.

Caruso se quedó al frente del Círculo Psicoanalítico en Viena, que tenía relación directa y reconocía la paternidad de Freud, después que los analistas judíos huyeran principalmente a los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, perseguidos por los nazis. Aunque durante la ocupación alemana de Austria, el psicoanálisis estaba prohibido, Igor Caruso continuó estudiándolo, practicándolo con discreción y formando jóvenes analistas de todo el mundo.

Luego de la liberación de Viena y tras la derrota de Hitler, los psicoanalistas europeos fieles a la escuela de Freud consiguieron reagruparse alrededor de la figura de Igor Caruso, puesto que para entonces también existían ya muchas escuelas deudoras del pensamiento freudiano. Algunas de ellas disidentes de las enseñanzas de  Freud, otras en franca oposición al patriarca, pero sin dejar de deberle demasiado todas, aunque lo negaran.

Don Gato fue de los primeros freudianos en recibir estudiantes de América Latina: jóvenes psiquiatras y psicólogos de Argentina, México, Brasil, Colombia acudían en oleadas hasta la capital del psicoanálisis no sólo para estudiar en los seminarios del Círculo de Psicología Profunda que Don Gato presidía, sino para psicoanalizarse bajo su tutela.

Caruso provenía de una antigua familia noble de Sicilia, emigrada luego a Rusia a inicios del siglo XIX y emparentada con príncipes y condes rusos. Su padre fue secretario de la nobleza zarista y su madre descendiente de aristócratas sicilianos. Gracias a sus relaciones, el padre de Don Gato ocupo varios cargos como diplomático en España, Francia y Alemania, por lo que desde niño tuvo la oportunidad de aprender muchos y diversos idiomas, y desarrollar un poliglotismo natural. Luego de diferencias con los zares y la nobleza, su padre se trasladó con su familia hasta Viena dejando definitivamente su vida rusa, tiempo antes del estallido de la Revolución de Octubre.

Se formó en Viena como psicólogo infantil con intereses espirituales y religiosos, herencia de su familia cristiana ortodoxa. Colaboró muy de cerca con jesuitas y teólogos protestantes reformadores, quienes planeaban dar un giro al cristianismo en general, para permitir a las iglesias una apertura hacia el evolucionismo de Darwin, el psicoanálisis freudiano, las tesis de Teilhar de Chardin, de Carl Jung y de Jean Piaget. Pero luego su pensamiento dio un giro intelectual hacia la izquierda, incorporando el existencialismo de Jean Paul Sartre, los postulados marxistas y las nuevas aportaciones de los teóricos sociales de izquierda como Geoerge Lukacs y Adam Schaft.

Poco a poco, gracias a su propio análisis didáctico, a sus lecturas de Marx, Engels, Sartre y Lukacs, se modificó su actitud teórica y práctica, hasta llegar al convencimiento de que el psicoanálisis no podía ser terapéutico ni revolucionario, mientras no develara ni denunciara mediante la práctica analítica, el papel de las falsas ideologías en los padecimientos mentales de los hombres modernos.

Su contacto con alumnos y pacientes de Asia y América Latina lo sensibilizó enormemente ante las realidades del Tercer Mundo y le hizo luchar por superar su eurocentrismo y acercarse a ésos otros continentes. Las lecturas del pensamiento marxista le hicieron encontrar una conexión natural entre las contradicciones de clase social de los hombres, y sus padecimientos emocionales. De modo que para la mitad de la década de los cuarentas, llegaba a la conclusión de que el objetivo del psicoanálisis, apoyado en los avances del marxismo, la antropología, las ciencias sociales y la etología, era el análisis y la crítica de las falsas ideologías que enfermaban y alienaban a los seres humanos.

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Caruso se aclaraba la garganta antes de proseguir con sus seminarios, dirigidos a jóvenes estudiantes latinoamericanos y europeos, bebía un poco de agua kina en una breve pausa. En esta ocasión trataban el tema del inconsciente. Sus alumnos lo escuchaban con un silencio expectante, a la caza de cada frase que deshilvanaban sus palabras sabias y enciclopédicas.

Para Don Gato el inconsciente no era tan sólo un inconsciente individual incluido en cada persona, como lo era para los psicoanalistas ortodoxos, inspirados en el fisicalismo biológico de Freud, sino que era el inconsciente, la energía sexual vital que animaba el universo entero, del cual los seres humanos formaban apenas una minúscula parte. Todos los seres vivientes, incluso los hermafroditas y aquellos microorganismos que se auto-reproducían por bipartición celular, se encontraban divididos entre lo masculino y lo femenino, en la necesidad de  buscar su contraparte sexual opuesta, aquella que les faltaba para complementarse. O de lo contrario, permanecer en el aislamiento total y el no-desarrollo.

La vida en todas sus expresiones era una lucha por separarse de los progenitores, padres y madres, por adaptarse a su medio ambiente y trascenderlo. Pero también una búsqueda para complementarse sexualmente con el otro. Los corales marinos machos que eyaculaban para que la marea transportase su semen a sus correspondientes especímenes hembras ubicados a lejanas distancias oceánicas, la reproducción de las plantas fanerógamas y criptógamas, los peces, los reptiles, las aves, los mamíferos, el hombre. El inconsciente era el patrimonio energético y biológico que animaba lo viviente y lo no viviente en el universo entero, y lo guiaba caóticamente a través de la cópula, el acoplamiento sexual en todas sus formas e intercambios, y el amor.

Para don Gato, al igual que para Confucio, Buda, San Agustín y Freud, a quienes leía devotamente todos los días, los sentimientos humanos se reducían si se les desnudaba hasta sus últimas consecuencias, al miedo y el amor. Una manifestación de lo más mundana y cotidiana de Eros y Tánatos. Todas las formas de comportamiento humano se desprendían de aquellas dos formas básicas de emoción. Era el miedo y el temor lo que llevaba a los hombres hacia el crimen, la envidia, la esclavitud y la alienación. Era el amor el motivo y el fin último de liberación y emancipación de todo ser viviente.

Caruso tomó sus ideas biológicas y antropológicas del padre Teilhar de Chardin, el jesuita quien fue su mentor y maestro. La evolución de la vida, contrariamente a lo que pensaba Darwin, no dependía tan sólo de la adaptación pasiva al medio ambiente por parte de los organismos, sino que era guiada por una finalidad superior. En cada estadio más desarrollado y complejo de las especies, la vida se hacía más perfecta y a la vez inacabada, para transitar nuevamente hacia una etapa de mayor trascendencia.

La conciencia humana y el hombre eran el triunfo de la evolución que había acercado cada vez a la vida misma hacia el estadio máximo del Espíritu Absoluto. El hombre era la personalización de ése último estadio, a la vez cercano al Espíritu Universal y anclado en la tierra, un ser enteramente biológico pero también cultural y social. Dividido entre elevados ideales de amor, y destructivos sentimientos de egoísmo y aniquilación.

Pero Caruso no era creyente, su propuesta no era teológica. Era por completo marxista, partidario de un ateísmo místico, de un judeo-cristianismo crítico sin Dios. Precisamente el fin del psicoanálisis para él consistía en ayudar a los hombres a liberarse de la idolatría, de sus falsos Dioses para hacerlos plenamente responsables de sus acciones. Despojarlos de sus falsas ideologías y sueños enfermizos que les trastornaban. El hombre inventaba a Dios para justificarse, lo utilizaba  para atribuirle sus propios defectos y virtudes, engañándose al creer que sus más bajas actitudes y acciones eran desviaciones de Dios. Atribuyéndole a Dios la intención de juzgar sus actos más ruines, y en la pueril creencia de que sólo él le redimiría. Dejándole perezosamente a Dios la tarea de su propia liberación, en lugar de iniciarla como debía, por sí mismo.

Para Don  Gato el triunfo del psicoanálisis consistiría en hacer consciente al hombre de su lugar como especie biológica en la tierra y el universo, al mismo tiempo que de sus contradicciones culturales y sociales en las que se dividía. Despojado de las deidades que utilizaba para justificarse.

Aquellos alumnos conservadores quienes creían encontrar en Caruso al psicólogo cristiano, creyente, humanista e ingenuo católico, sufrían un fuerte impacto. Los que buscaban al psicoanalista freudiano ortodoxo, burgués y poco crítico se desconcertaban al igual que los otros, al encontrar en Don Gato a un ateo-místico, quien utilizaba el método dialéctico materialista de Marx, pero también  las categorías y técnicas freudianas del psicoanálisis.

Sus alumnos, quienes también tenían que psicoanalizarse con él al aceptar asistir a sus seminarios de formación, sufrían en el proceso analítico una transformación y conversión ideológica nada ausente de dolor y traumatismo psíquico. Un psicoanálisis desideologizador.

Caruso afirmaba una y otra vez sin cansarse, que el hombre revolucionario no podría serlo auténticamente mientras no efectuara la revolución primero en sí mismo, liberándose de sus vínculos incestuosos con la madre y el padre. Para luego aplicar plenamente la revolución en el mundo. De lo contrario toda revolución sería pervertida y estaría condenada al fracaso. La revolución acabaría esclavizando a los hombres en lugar de liberarlos.

La Astrología como un antiguo camino de crecimiento espiritual

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Por: Adán de Abajo

 

Un planeta se exalta, es decir, amplía sus cualidades sobre un signo que no es precisamente su domicilio, pero en el cual se siente cómodo por características afines. El Sol, por ejemplo, con Aries, porque además  de ser un signo de fuego, es un verdadero campo de batalla donde el Sol podrá sentirse lleno de poder y de posibilidad de acción.

(JOHANN ROD –El Enigma de los grandes sistemas adivinatorios)

 

 

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Cuando leemos los horóscopos al final de una revista de modas o en las opciones de un servidor web, resulta difícil imaginar que los consejos brindados ahí se desprenden de un conocimiento demasiado antiguo e inabarcable, quizá más viejo que la misma humanidad. Es complicado pensar que en otro tiempo la astrología tenía el estatus de la más importante de todas las ciencias. Que era de hecho “la ciencia” y el conocimiento mismo. La cual englobaba al resto de disciplinas antiguas: música, medicina, política, psicología, etc.

En culturas tan antiguas y distantes entre sí como la tolteca, maya, sumeria, egipcia, china, etc., la astrología regía la totalidad de la vida social e individual: las guerras, invasiones, la política, la agricultura, la navegación, los matrimonios.

Pero existía también una aplicación muy individual y muy única del conocimiento astrológico. Bastante exclusiva y selectiva. De ningún modo abierto para todos los miembros de una sociedad, incluso no tan asequible ni para los altos jerarcas, ni los miembros de la aristocracia, el clero y la política. Era un conocimiento astrológico de iniciación, diseñado para que el estudioso  del mismo, viviera en su propia piel la evolución de los astros y  las vueltas del zodiaco.

Debía llegar a descubrir que en él mismo se encontraba el Sol, la Luna y en general, todo el Universo.

Nacemos en determinada casa zodiacal, con cierto signo y con unas influencias planetarias muy específicas que nos hacen verdaderamente únicos. Pero también existe una posibilidad, aunque pequeña, de modificar nuestra naturaleza innata y las configuraciones que nos han tocado en suerte al nacer en cierto día, mes, año y hora. Conseguir modificar un poco los determinantes cósmicos y naturales de la personalidad, para bien, es lo que vendría siendo para los antiguos la evolución espiritual. El no quedarse con lo que el Universo nos dio al nacer ni  sólo con lo adquirido en la primera infancia y adolescencia, sino trabajarlo, como buena tierra, cultivarlo, hacerlo crecer y florecer. Es de hecho a lo que se refiere la Parábola del Viñador, presente en los Evangelios, en repetidas ocasiones.

Por lo general, al nacer en cierto signo, de manera natural seguimos las inclinaciones implícitas del mismo. Acercándonos a aquello que es afín a nosotros y repeliendo e incluso evitando todo aquello que nos resulta adverso. Pero el antiguo conocimiento astrológico enseñaba que veníamos a trabajar la esencia con la que nacíamos, no sólo procurar lo que nos resultara grato, simpático y cómodo, sino a buscar, enfrentar y resolver los límites de nuestra naturaleza y su problemática más honda.

Un signo como Géminis, de aire, por ejemplo, tiende a acercarse sobre todo para amistar y colaborar a personas afines a él: otros de aire y principalmente de agua, como Cáncer y Acuario, por lo general. Porque las naturalezas mutuas se simpatizan y atraen hasta cierto punto, -con sus asegunes, variaciones y excepciones, desde luego-. Porque con ellos puede sentirse cómodo, hablar de lo que le gusta, encontrar temas de agrado mutuo, comprensión, identificación, etc.

Empero, las antiguas escuelas astrológicas aconsejarían acercarse a lo que siempre se ha evitado, incluso temido, a quienes no nos caen bien, realizando tareas y aprendiendo oficios que no nos resultan tan fáciles o no nos son muy cómodos. Esto, desde luego, con el consiguiente estudio de la personalidad y el cuidado de prescribir tareas graduales y acordes con el nivel de comprensión y desarrollo del iniciado.

Al tipo demasiado intelectual y racional que siempre se dedicó a la lectura y la reflexión, se le prescribirían tareas manuales, aprender a realizar artesanías, cultivar la tierra, reparar objetos, o el comercio. Al individuo muy cercano a la Tierra, es decir, hábil con las manos y muy práctico, se le enseñaría a reflexionar, a analizar, leer mucho, escribir textos, etc.

Y dentro del zodiaco existen unos pocos signos que saben llevarse bien con la mayoría del resto de las casas, o con todas. Podría decirse que hasta cierto punto son más evolucionados espiritualmente que el resto. Está Sagitario, cuya naturaleza le permite transmutar todo tipo de energías negativas y convertirlas en favorables, purificando todo ambiente y persona con quien entra en contacto. Están por ejemplo Capricornio y Escorpio, quienes a pesar de sus contradicciones y conflictos, saben simpatizar con muchos tipos diferentes de personalidades pertenecientes a otras casas zodiacales, aunque no sean necesariamente las que más les resultaran afines. Llevándose hasta cierto punto bien con casi todos los signos.

Al estudiante se le aconsejaba enfrentar sus miedos, realizar tareas contrarias a lo que había desarrollado hasta ahora en su vida, procurar la compañía de personas muy diferentes a con quienes había convivido hasta entonces. Ayudándole a encontrar aspectos positivos en las más diversas situaciones y personas a las cuáles, sin la ayuda de la escuela astrológica, jamás habría podido llegar a conocer y mucho menos a aprender de ellas. ¿Y qué es el crecimiento espiritual si no resolver nuestros miedos y conocer todo lo que nos asusta, confronta, pone retos o nos causa conflicto?

De manera que a lo largo, incluso de varias reencarnaciones, un alma  en evolución lograba transitar si no por todas las casas zodiacales, sí por la mayoría de ellas. Aprendiendo múltiples cosas muy diferentes, incluso opuestas, confrontándose y aprendiendo de las más diversas almas,  quizá muy diferentes y opuestas a la suya. Esto vendría siendo la evolución espiritual para el conocimiento astrológico antiguo.

A continuación mostramos la siguiente tabla con las diversas casas zodiacales, así como sus fechas de inicio, cúspide y ocaso:

SIGNO O CASA FECHA
Aries 21 de Marzo al 20 de Abril
Tauro 21 de Abril al 20 de Mayo
Géminis 21 de Mayo al 21 de Junio
Cáncer 22 de Junio al 22 de Julio
Leo 23 de Julio al 22 de Agosto
Virgo 23 de Agosto al 22 de Septiembre
Libra 23 de Septiembre al 22 de Octubre
Escorpión 23 de Octubre al 21 de Noviembre
Sagitario 22 de Noviembre al 20 de Diciembre
Capricornio 21 de Diciembre al 29 de Enero
Acuario 20 de Enero al 18 de Febrero
Psicis 19 de Febrero al 20 de Marzo

 

 

Jack London después del Apocalipsis

 

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La humanidad, tan numerosa durante mi infancia y primera juventud, ha desaparecido. Yo soy el último de los que vivieron en los días de la peste y que conoce las maravillas de aquellos lejanos tiempos. Nosotros, que dominamos el planeta (la tierra, los mares y el aire) y que éramos semejantes a los dioses, vivimos ahora en un estado de salvajismo primitivo a lo largo de los ríos, en esta región de California.

 

( JACK LONDON –La Peste Escarlata)

 

  1. The Scarlet Plague

El anciano tiene más de noventa años de edad. Si su memoria no le fallase tanto debido a los estragos de la senilidad y de la vida tan dura que debió sobrellevar después que todo terminara, se daría cuenta que en realidad bordea prácticamente los 100 años.

Antiguo profesor de literatura e historia de la Universidad de Berkeley, John Smith se debate con sus nietos y bisnietos en torno a una hoguera, en las costas de un  San Francisco desolado y en ruinas:

“Aquí vacacionábamos cientos de personas, en esta misma playa, fuimos miles de seres humanos….”

Sentencia a su progenie, tratando de ilustrar sus primitivas e incultas mentes y de interesarlos en la historia, no sólo de su vida, sino de la humanidad entera,  casi extinta.

Pero los muchachos, niños y preadolescentes, se ríen del viejo. Acostumbrados a sus disertaciones y charlas repetitivas, aburridos de tanto oírlas, tienden a tildarlo de loco y oxidado.

La voz del profesor es débil y se pierde en su garganta agotada de nonagenario. Smith cesa de intentar comunicarse con ellos y centra su atención en las suculentas ostras y cangrejos que sus nietos le llevan tras asarlos en las brasas de su fogata.

“¿Alguien tiene un cangrejo… un cangrejo….?” Suplica el anciano.

“No hay abuelo”, le responden burlones, pero no es cierto.

Por fin, su más leal y querido nieto, su fiel escudero y aprendiz: Hare-Lip, quien siempre lo defiende y ve por él, se compadece y le entrega un enorme crustáceo ahumado, con la concha abierta previamente, cuya carne color salmón se deshace igual a mantequilla en la boca desdentada del patriarca. Entonces, nos percatamos que Smith se encuentra casi totalmente ciego, razón por la cual los nietos aprovechan la menor oportunidad para burlarse de él.

“¡En mis tiempo no tratábamos así a nuestros mayores….!”

Es lo único que alcanza a decir el abuelo, y su bocado de carne rosada se desliza hacia su garganta en un sollozo, acallando sus palabras y algunas lágrimas. Mismas que no se sabe si son producto de su estado de ánimo nostálgico o de lo calientes y quemantes que se encuentran los bocadillos recién cocinados que engulle.

Todos visten raídas pieles de cabra y oso en bastante mal estado. Sus cabelleras largas y pegajosas, sus rostros con costras y añejas manchas de lodo, mugre y restos de comida. Nos remontan hacia un tiempo prehistórico y lejano, cuando los primeros hombres vivieron en cavernas y descubrieron el fuego. Pero no es así, tristemente, no es ninguna escena de ningún pasado remoto, se trata del futuro de la humanidad.

Todos poseen extraños nombres: Hare-Lip, Hoo-Hoo, Cross-Eyes, Edwyn, mezcla de rasgos icónicos de su habla cotidiana y vestigios de un idioma inglés corrompido que otrora hablaron sus antecesores en California.  Todo ello nos hace pensar en unas mentalidades tribales y en la degeneración del lenguaje humano, el cual perdió en los últimos cien años sus cualidades abstractas y conceptuales, sustituyéndolas por rasgos concretos y situacionales. Del mismo modo que los antiguos pueblos nómadas que poblaran Norteamérica muchos siglos antes y nombraran a sus hijos con calificativos según sus cualidades guerreras o espirituales: Caballo Loco, Nube Gris, Alce Viejo, Ojo de Humo, Águila Vieja, Toro Sentado.

De pronto, su comida es interrumpida por una manada de lobos que bordea la playa, tratando de acercarse a su rebaño de cabras, el cual debe ser una de sus mayores posesiones. Cuatro perros mitad pastores ingleses y mitad pastores alemanes se precipitan hacia los depredadores, custodiando las cabras y ovejas, listos para iniciar la contienda contra los ladrones. Los chicos retoman sus arcos y hondas y comienzan a arrojarles proyectiles. Hare-Lip demuestra que además de ser el más paciente y amoroso con su abuelo de entre sus hermanos y primos, es el mejor tirador. Las fieras son espantadas, los perros reciben su premio de pescado y crustáceos, y los chicos se reagrupan en la hoguera, en torno a John Smith. El viejo piensa por un momento que Hare-Lip posee todas las cualidades, tanto físicas como espirituales, de un futuro y justo patriarca para su clan.

Tras finalizar su almuerzo, los muchachos clavan sus dedos en la arena del mar, descubren y desentierran los esqueletos de tres personas: dos adultos y un niño.

“Debió tratarse de una familia… Lo más probable es que intentaban huir de San Francisco, pero la peste no los dejó llegar muy lejos…” Sentencia Smith mientras culmina el último bocado de su cangrejo gigante ahumado.

Por fin los muchachos se interesan en sus palabras y le piden al abuelo que les narre de nueva cuenta la historia de la Peste Escarlata, la cual arraso con millones de vidas, casi exterminando a la humanidad y a su cultura, retrotrayéndola en poco tiempo hasta la época de las cavernas.

Mientras John Smith comienza a deshilvanar su relato sobre la Peste Escarlata y el fin de la humanidad, sus nietos despojan de sus dientes a las osamentas humanas, insertándolos luego en hilos de cáñamo para conformar llamativos y siniestros collares para adornar sus cuellos y pechos. Interrumpen al viejo en continuas ocasiones, quien en vano trata de reprenderlos por faltar al respeto a los restos óseos de aquella familia. Pero nuevamente es ignorado. Pronto se entabla un cerrado debate entre él y sus descendientes en torno hacia el significado de la palabra “Escarlata”. Los más jóvenes prefieren utilizar el término “Rojo”: “La peste Roja”. ¿Para qué usar otra palabra más complicada y rara para sus reducidos léxicos: “Escarlata…”? Se preguntan los chicos, dudando y cuestionando todo lo que comparte con ellos Smith.

  1. La Estética del Canibalismo Post-apocalíptico

Publicada en 1912, tras años de fallidos intentos de un joven Jack London por dar a su conocer su obra durante sus primeros tiempos como escritor, La Peste Escarlata (1912) no recibió en su época toda la atención que merecía al aparecer en una revista literaria de San Francisco.

Con el transcurso de los años y luego de que London se volviera un autor demasiado exitoso, sobre todo tras la aparición de las joyas que lo inmortalizaran: Colmillo Blanco, El Llamado de la Selva, Lobo de Mar, etc., La peste Escarlata no sería valorada sino hasta mucho después de su aparición, incluso luego de la muerte de London. Volviéndose cada vez más entrañable, más real.

Adelantada en demasía a su época, publicada durante el reinado de la máquina de vapor, el evolucionismo darwiniano y el apogeo de la filosofía positivista y científica. Un tiempo ya extraviado y también lejano. Cuando la inmensa mayoría de los hombres se consideraban a sí mismos como los mayores triunfos de la evolución en el Universo, dueños absolutos de la naturaleza, del Planeta Tierra, de sus cielos, sus mares, animales y bosques. Con una fe fanática en la ciencia y la razón. Es muy comprensible que con tanta ilusión hacia la historia de la humanidad y en la evolución de su raciocinio, a nadie le llamase demasiado la atención el adentrarse en un escenario post-apocalíptico y desgarrador.

En ese sentido Jack London era más bien un autor demasiado raro, por completo ajeno a su época.

Hasta finales de los años noventa del siglo XX, La Peste Escarlata adquiriría un sentido por completo realista, próximo y vívido. En la medida que el fin del siglo y el milenio sobrevenían.

En la manera desgarradora con que London nos describe la caída de los seres humanos: hogueras gigantescas y humeantes, cánticos desquiciados, matanzas, decapitaciones de la gente enloquecida tras la caída de los gobiernos y la policía, producto del contagio de la Peste Escarlata, la breve pero genial novela del escritor californiano nos recuerda al relato de otro autor norteamericano: Cormac MacCarty. Quien en su espléndida pero brutal obra: The Road, nos describe escenarios análogos, casi calcados de la obra de London: cráneos humanos empalados sobre la nieve, gente comiéndose una a otra, enormes incendios que hacían parecer la noche un eterno y quemante día, cánticos delirantes surgidos de una humanidad bestializada y despojada de sus valores.

No por nada, en algunos medios, tanto La Peste Escarlata como The Road han sido catalogadas como relatos de horror.

La obra de MacCarty y la de London coinciden en mostrarnos un escenario escalofriante tras el fin del mundo,  animalizado y poco alentador en su mayoría. Ambos autores no son nada entusiastas de un renacimiento humano luego del Apocalipsis, contrariamente, son despiadados con la vida humana grupal. No poseen demasiada fe en la humanidad en tanto colectividad, sino más bien parecen creyentes en la fuerza y el triunfo de la sobrevivencia de algunos pocos hombres, a la vez fuertes y poseedores de profundos valores universales.

A diferencia de innumerables obras de moda y de la actualidad, televisivas y cinematográficas: The Walking Dead, Resident  Evil, etc., las cuales, hasta ingenuas, manifiestan una estética del fin del mundo cuidada y sofisticada: hermosas amazonas y fieros guerreros de las carreteras post-apocalípticas, armados con sables, ballestas, escopetas, kalashimovs, etc. Montados en motocicletas y vehículos todoterreno. Con un vestuario que los muestra a la vez atractivos, bellos y fascinantes. Haciendo anhelar a muchos de los televidentes y espectadores, recorrer aquellos parajes post-apocalípticos junto con ellos.

En la misma tónica tendríamos por ejemplo The Day (Canadá, 2011), un filme independiente producido en Norteamérica que muestra las andanzas de cinco jóvenes: dos hermosas amazonas y tres valerosos caballeros, en un escenario tras el fin del mundo, plagado de clanes caníbales de los cuales deben, por sobre todas las cosas, evadirse. En esta película incluso se alude al Valhala de los vikingos, tratando de brindarle una tónica espiritual a las aventuras de estos héroes del apocalipsis.

Sin embargo, tras releer La Peste Escarlata y The Road, surge en nosotros el cuestionamiento de si acaso el escenario posterior al fin del mundo resultaría de una estética tan sofisticada y cuidada con la que todas las obras actuales nos quieren seducir. Si de verdad el fin de la cultura humana daría lugar a bellos héroes y escenarios salvajes pero atrayentes. O si por su parte, tras el fin del mundo, el ambiente no resultaría acaso escalofriante e insoportable, como estos dos autores norteamericanos adelantan.

Es curioso que Jack London, desde 100 años atrás sugiriera al año 2012 como el del inicio de la Peste Escarlata. El mismo que los Mayas vaticinaban como el del fin de una era.

Repentinamente, en su novela, los rostros de los enfermos comienzan a cubrirse de un tono rojo sanguinolento, escarlata, precisamente. La temperatura de los contagiados sube hasta hacerles estallar el cerebro y los pacientes mueren tan sólo veinte minutos después de resultar enfermos. La lógica narrativa es sencilla: la Peste Escarlata surgió debido al aumento poblacional y a la saturación de los espacios urbanos de hombres que viven como ratas en hacinamiento.

John Smith es de los pocos sobrevivientes. Por alguna razón desconocida, él es inmune. A pesar de que  la humanidad llega al punto de la extinción debido a la epidemia, el profesor jamás enferma.

Orillado a huir de las ciudades, donde ocurren la mayor cantidad de matanzas y actos vandálicos, se retira hacia el campo con sólo un caballo y tres perros pastores, los cuales serían los abuelos de aquellos canes que ayudarían a sus nietos a cuidar los rebaños de cabras en la playa de la primera escena.

Tras permanecer algunos años aislado en la montaña, sin tener contacto con ningún hombre, Smith regresaría a la Costa de California donde se encontraría con algunas pocas personas sobrevivientes. Se casaría con una sencilla mujer, elegida en un diezmado campamento y lentamente comenzaría junto con ellos a tratar de repoblar la Tierra.

  1. El resurgimiento de la magia y el fanatismo

Lo que más le duele y horroriza al centenario abuelo es el fanatismo de sus nietos, quienes parecen profesar una fe ciega en Cross-Eyes, un brujo embaucador quien se dice capaz de curar todas las enfermedades e invocar a los espíritus. Le molesta que los chicos le crean de una manera que trastoca la locura, que incluso señalen querer ser como él cuando sean grandes.

Para él, este fanatismo desquiciado es resultado de la muerte de la cultura humana. Tardarían muchísimo siglos antes que los hombres redescubrieran la ciencia y la cultura pensante, sugiere London.

De pronto, Smith les recuerda a sus nietos que en una cueva cercana dejo enterrado un cajón con todos sus libros. Los chicos no parecen demasiado interesados en los libros ni en la lectura, tanto como en los hechizos de Cross-Eyes, en cazar, pescar y cuidar a sus cabras y perros.

Se ponen todos de pie, Hare-Lip como siempre, ayuda a que el abuelo pueda desplazarse, lo toma de la mano y lo guía como el mejor lazarillo. Los jóvenes, el anciano y los animales se pierden hacia la montaña, de regreso a su refugio.

 

 

Michelangelo Antonioni: un cine sobre los jóvenes, y joven por la eternidad

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Todos se asoman para ver el agua, esperando de un momento a otro, ver llegar al tiburón; el agua está limpia, se ve claramente oscilar las plantas del fondo, como a cámara lenta, se ven otros peces nadando en pequeños grupos. Todo un mundo misterioso que fascina, pero que al mismo tiempo inspira miedo…

(MICHELANGELO ANTONIONI –Guión de La Aventura)

 

  1. Zabriskie Point

La primera escena casi parece del género documental, más que un largometraje de ficción: un grupo de jóvenes subversivos de diversos orígenes raciales discuten sobre los objetivos revolucionarios de su movimiento, a finales de los años sesenta. Están planeando una manifestación.

Observamos patillas nutridas, melenas en capas, alaciadas, también peinados de micrófono, barbas prolongadas, lentes de armazón grueso y formas cuadriculadas, pantalones acampanados, sandalias de meter el pié y chalecos de gamuza. El escenario es una universidad de corte liberal en los Estados Unidos.

Las mujeres y los hombres dialogan de manera horizontal: no parece haber diferencias de género y en apariencia nadie lleva la batuta. Su discurso es típicamente sesentero y marxista; fuera de ciertos contextos radicales y obsoletos, podríamos decir que  en la actualidad sus frases y enunciados casi están en peligro de extinción.

De pronto la discusión se centra en un joven afroamericano, idealista y aguerrido, quien habla de la posibilidad de incluso dar su vida por el movimiento.

Entre todos los participantes, la cámara por fin destaca a Mark con un acercamiento de la lente, sugiriéndonos que en delante, él será el protagonista: de mirada encendida y soñadora, contagiado por la emoción de las palabras del interlocutor afro. Aunque no habla demasiado, por la transparencia de su rostro podemos deducir que está de acuerdo prácticamente en todo lo que el primero dice e incluso se identifica sobremanera con él.

La trama nos causará posteriormente un profundo contraste, llevándonos hacia una reunión de empresarios en Los Ángeles, quienes proyectan la construcción de una unidad habitacional y comercial bastante grande y millonaria en el bello desierto de California.

Mark no tardará en chocar contra estos agudos contrastes sociales, cayendo en crisis, irá a parar a prisión, tratando de rescatar a su mejor amigo, quien participaba en una violenta manifestación antes de ser apresado. Ahí dentro desconcertará a los custodios, firmando como Karl Marx en lugar de K. Mark. Enfureciéndose porque los policías no saben deletrear ni escribir bien el nombre del filósofo y economista alemán. Probablemente jamás escucharon hablar de él. De quien Mark asumió la identidad.

Los ánimos revolucionarios de Mark pronto le harán robarse una avioneta y volar en ella hacia el Valle de la Muerte, en California. Todo en el ambiente produce un penetrante y nostálgico aroma a los años sesenta, a sueños y utopías perdidos, robados o degenerados por desquiciados, asesinos y oportunistas líderes, junto con sus pararreligiosos seguidores. Haciéndonos pensar en los instantes en que todos odiamos alguna vez al sistema o quisimos hacer explotar las estructuras dominantes y subvertir el orden establecido de una buena vez.

Pero sobre todo su música, nos arrastrará sin remedio hacia décadas perdidas, enterradas y casi olvidadas en el pasado.

Las notas limpias y los solos del mítico Jerry García, guitarro de The Greatfull Dead, se volverán protagonistas del filme. Destacando la inevitable y alucinada pieza: Dark Star, la cual recomendamos, por ningún motivo, dejar de apreciar. O Unknown Song, de la época más psicodélica de Pink Floyd, de la que los músicos ingleses grabaron más de diez obsesivas y delirantes versiones, instrumentales y cantadas, con las voces bellas y aún juveniles de Roger Waters, Nick Mason y David Gilmour. Es obvio que esas versiones no cupieron todas en el soundtrack de la película. No quedándoles más remedio que producir un álbum completo e independiente, dedicado a la cinta de Antonioni: A Complete Zabriskie Point Sessions, Rome Italy. El cual, aunque repetitivo y alucinante, resulta delicioso e ineludible.

¿Pero cómo es que un director como Michelangelo Antonioni, ya veterano en aquel entonces, nacido en 1912, logró congregar y hacer identificarse a tantos jóvenes artistas de diversas disciplinas con su proyecto? A Sam Shepard como guionista, a The Greatfull Dead, a Pink Floyd para la música y a un centenar de colaboradores, muchos de los cuales no eran siquiera actores profesionales, pero sí amigos suyos, pertenecientes a los Black Panters y a diferentes comités juveniles revolucionarios de algunas universidades en los sesenta. Quienes lo asesoraron y participaron como actores secundarios para realizar Zabriskie Point, un filme cuyo tópico principal era la vida de los hippies a finales de esa década.

Antonioni nos recuerda a Mercurio, el planeta y el Dios, quien brinda a sus protegidos un espíritu eternamente joven, capaz de renovarse sin cesar y quien atrae irresistiblemente a los jóvenes, a pesar de su vejez. También nos recuerda a Diógenes de Alejandría y al viejo Sócrates, dos ancianos maestros que seducían y corrompían a las juventudes, a la par que los iluminaban.

En el Valle de la Muerte, Mark casi aterrizará sobre el auto de la bella Daria, adicta a la mariguana y amante de uno de los empresarios quienes construirán en el desierto. Dando como resultado una de las más impactantes escenas eróticas al aire libre en la historia del cine, teniendo como telón de fondo los solos de guitarra de Jerry García, con su Love Scene.

Tras su estreno en 1970, los críticos de cine no tendrían piedad de la película, señalando categóricos  y coreando, que Zabriskie Point fue uno de los mayores fracasos de Hollywood. Esto afectaría en su momento profundamente el espíritu de Antonioni, quien dejaría de hacer cine durante varios años. Retornando a su casa en Roma para dedicarse a la pintura y a cuidar de su esposa y sus jardines. Paradójicamente, la historia recompensaría al cineasta italiano, convirtiendo con el paso de los años a su obra, en una inolvidable película de culto. A la cual no dejarían de redescubrir y admirar una generación nueva tras otra de jóvenes cinéfilos.

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  1. Blow Up

La mayoría de los protagonistas de las películas de Michelangelo Antonioni son jóvenes, tanto sus temáticas, sus personajes, como sus colaboradores. Si no es que todos.

En su momento también él fue un joven aprendiz quien se insubordinó de sus padres, escapado de una carrera de economía con la cual no se identificaba, huyo de su natal Ferrara, en el Norte de Italia hacia Roma, para dedicarse al arte. Su familia de  comerciantes de clase media lo presionaba en su época de estudiante para que se dedicara a las finanzas y los negocios, tal vez por ello siempre entendió la rebelión y la inconformidad de las nuevas generaciones.

Sus acercamientos al cine fueron en un inicio como crítico y reportero, colaborando para diversos periódicos y revistas. No es común que los críticos del séptimo arte terminen siendo directores. Se dice que los críticos cinematográficos y literarios son autores frustrados, quienes se dedican a atacar a los creadores.

A la par que leía muchísimo y asistía en Roma al cine todos los días, escribía cuentos y pintaba sus primeros cuadros, dio el paso sustancial a escribir sus primeros guiones.

Comenzó como ayudante de grandes directores italianos, abrevando del legado de los más importantes cineastas de su país y de toda una tradición inmensa: Rossellini, de Santis, Fellini. Prestaba sus servicios como guionista, principalmente para Rossellini. Hasta que grabó su primer corto por su cuenta, ayudado por unos amigos actores de teatro: Gente dil Po, a comienzos de los años cincuenta.

En su película Blow Up (1966), una de sus primeras obras filmada en inglés en Londres, se mezclan perfectamente sus intereses por el séptimo arte, los jóvenes y las disciplinas plásticas.

El protagonista es el Fotógrafo, así será conocido simplemente en todo el filme: un artista joven, bien parecido y exitoso, al mismo tiempo altivo y algo cínico, quien se dedica a capturar momentos inesperados de la cotidianidad con su cámara, principalmente de bellas chicas, no siempre con su consentimiento y a quienes en ocasiones también lleva a la cama.

En una de las escenas de inicio, el protagonista prácticamente hará el amor con su cámara a una de sus modelos desnudas, fotografiándola:

(El disco es de música de jazz, más bien sensual. La modelo desnuda, de pie contra el telón, comienza a adoptar posiciones diversas. El Fotógrafo dispara una, dos, tres fotos…)

FOTÓGRAFO: ¡Sí, así, así; quieta!

(Nuevas posiciones, nuevos disparos. El ayudante cambia el carrete. El Fotógrafo, siempre mirando fijamente a la modelo, bebe un sorbo de vino. Luego se desliza de rodillas, más próximo. Nuevos disparos…)

(La modelo está sentada en el suelo; el Fotógrafo salta en torno a ella cada vez más excitado.)

FOTÓGRAFO: Espléndido. Va bien así. Más, más.
Ánimo. Vamos. Échate hacia atrás el pelo. El pelo…

(Le murmura algo al oído. La modelo sonríe.)

(MICHELANGELO ANTONIONI –Guión de Blow Up, Editorial Alianza, Barcelona, 1981.)

El Fotógrafo con su cámara y la bella modela inglesa, desnuda, alcanzarán un orgasmo estético que se volvería parte del legado universal del cine gracias a esa escena.

Empero, el joven protagonista no tardará en recibir una sopa de su propio chocolate, como dicen,  al atreverse a retratar un cadáver recién asesinado en el centro de una vía pública en Londres. La escena es de lo más desconcertante: una chica desconocida corriendo por un parque arbolado, otro desconocido, también joven quien la persigue. El Fotógrafo se atreve a retratarla sin haberla visto jamás, en plena discusión con su pareja, y ella se lanza sobre él, vuelta una fiera, tras descubrir que la fotografiaba sin su consentimiento.

De pronto se establece una conexión emocional poderosa entre ambos, la cual trascenderá el resto de la trama. El Fotógrafo y ella se marchan juntos, ella lo persigue hasta su estudio, donde se hacen amantes. Luego aparecerá un cadáver, el cual no se sabe si es del hombre quien la perseguía inicialmente. Aparentemente sí. Tampoco se conoce al asesino. Cuando el Fotógrafo regrese a la arboleda y comience a sacar imágenes con su cámara del cuerpo sangrante, al rebelarlas y apreciar al cuerpo y a ella, desesperada, descubrirá la mano asesina y el arma platinada, ocultas entre los matorrales.

Las escenas son pausadas, lentas, sus personajes se pierden muy poco a poco dentro de los paisajes y los ambientes perfectamente bien fotografiados y planificados de Antonioni. Por algo era también pintor y concedía demasiada importancia a los ambientes, los lugares, la luz y los contextos. Debido a ello, los críticos se ensañaban acusándolo de hacer un cine excesivamente lento y  bastante psicológico.

A pesar de todo, sus filmes irían engrosando las filas de seguidores, principalmente entre las generaciones de jóvenes cineastas y cinéfilos que iban llegando y parecían comprenderlo más que los viejos críticos.

Hoy en día no resultaría cosa nada  sencilla para la mayoría de los espectadores, lograr apreciar una de sus películas y verla hasta el final, acostumbrados como estamos a escenas en exceso rápidas que apenas duran unos cuantos segundos y cambian en violentos giros, con sonidos obnubilantes y estruendosos efectos especiales de avanzada tecnología. Con tramas simplistas que actualmente casi no representan ningún reto para la capacidad mental del espectador. Si no todo lo contrario: las películas recientes parecen contribuir más bien al adormilamiento cerebral y alienación del espectador.

El cine de Antonioni es de una época en la que no se tenía demasiada prisa por filmar una película, tampoco por acabar de verla, mucho menos por abandonar la butaca para caminar rápidamente hacia el estacionamiento del multicinema y conducir estrepitosos hacia lo que sigue. Consumiendo y devorando cine, Internet y televisión, con la misma voracidad monstruosa con la que se ingiere comida chatarra y se  escapa la vida en un parpadeo.

Darse el tiempo de asistir al cine, permitirse descansar en la butaca el tiempo que durase el filme, sumergirse en las escenas lentas y los paisajes  atrapantes de una película de autor, más bien ser tragado por la penumbra absoluta de la sala. Como en la etapa final de un rito milenario. Escuchar la música y las voces, los diálogos inteligentes, apreciar los matices de la luz, el aroma de las palomitas de maíz, comerlas, acompañadas de pastel de chocolate casero, rodear por la cintura a la bella acompañante y besarse en la oscuridad. Consistía un ritual casi mágico ahora transformado, modificado y perdido.

Sobre todo esperar con tranquilidad hasta que se terminaran cada uno de los créditos finales, el proyector sea apagado y se enciendan las luces de la sala de nueva cuenta.

El cine debería consistir en una experiencia altamente espiritual, estéticamente elevada y vivificante.

  1. El Grito

El Grito (Il Grido, 1957), otra de sus obras de culto, grabada a orillas del Po, en italiano y aún en blanco y negro, tiene como personaje principal a Aldo, de origen obrero: otro joven incomprensible e incomprendido quien habita prolongados y sinuosos laberintos psicológicos. Ha vivido durante casi diez años en concubinato con Irma, una guapa campesina bastante mayor que él, por cierto casada, cuyo marido se parte el alma en Australia todos los días para enviarle dinero. Con Irma, Aldo tuvo una hermosa hija, a la cual ama muchísimo, a pesar de ser sumamente estricto con ella.

En el momento que se sepa de la muerte del marido de Irma, su relación con Aldo colisionará, abandonándolo contra su pesar.

Con el conocimiento de todos los personajes, incluso de su hija, al mismo tiempo que Aldo está con Irma, también es amante de otras dos bellas hermanas, dos costureras quienes viven a orillas del Po. A quienes visita eventualmente, sobre todo cuando tiene problemas con Irma. Pero al convulsionarse la relación entre ella y el protagonista, Aldo perderá a todas sus amantes casi al mismo tiempo, quedándose tan sólo con su hija. Emprendiendo un viaje de búsqueda y recuperación emocional en compañía de su pequeña,  a lo largo de bellos paisajes rurales de Italia.

Un final triste pero aún más fatídico vivirá también el rebelde Mark, luego de hacer el amor con Daria hasta la cumbre e incendiar con su deseo todo el desierto de California, en  medio del paisaje lunar de Zabriskie Point.

Mark la invitará a regresar con él a Los Ángeles para devolver la avioneta y evitar ser encarcelado de nueva cuenta por hurto. Pero la hermosa diva se niega, sintiéndose aún comprometida con el empresario constructor, con quien tiene una relación de amasiato.

Al regresar a la ciudad, el joven Mark será recibido a tiros por la policía de Los Ángeles, falleciendo de un perdigonazo en la cabeza.

Se dice que Antonioni leyó en los diarios una historia análoga a inicios de los sesenta, sintiéndose conmovido por el trágico fin del chico, quien se llamó también Mark. Proponiéndose que filmaría un homenaje para el rebelde joven. Escribió y anotó innumerables borradores de guiones a lo largo de meses, pero no se convencía. Ya tenía setenta años y ni su pulso, ni su paciencia, ni sus ánimos, eran los mismos con los que se confrontara con los críticos en los años cincuenta, desatando fuertes polémicas a causa de sus cintas.

Contrató entonces a Sam Shepard: joven actor, escritor y guionista autodidacta, no tan conocido en ese entonces. Encargándole escribir la trama y prepararla como guión. Empero, pasarían un par de años más antes de decidirse a llevar el proyecto a la pantalla.

Tras varios años sin filmar, dedicado por entero a la pintura, sería su segunda mujer: Enrica, quien convenciera a Michelangelo Antonioni de proseguir en el mundo del cine.

A pesar del rechazo previo de Hollywood debido a Zabriskie Point, hordas de nuevos autores jóvenes se acercaban a él para que los aconsejara, los asesorara y para invitarlo a colaborar con ellos: Win Wenders, Won Kar Wai, Steven Soderbergh, Krystof Kiewslowski, Roman Polansky. Mucha gente, sobre todo joven, quien conocía sus películas, principalmente las primeras, anhelaba que Antonioni retornara al cine.

A mediados de los años noventa, precisamente con 94 años de edad, sería homenajeado en Hollywood, el lugar donde se le rechazaría por su psicodélico filme de 1970, poco más de veinte años atrás. Subiría al estrado lentamente, en medio de centenares de aplausos, a pesar de ser un longevo, aparentando tener mucho menos edad.

Finalmente Antonioni, el protegido de Mercurio, de Hermes Trimegisto: el eternamente joven, sonreiría ante el público, en el lugar que muchos años atrás lo proscribiera y rechazara.

 

G. I. Gurdjieff: La Lucha de los Magos

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  1. La Lucha de los Magos

“La Lucha de los Magos”: anunció esa mañana el conservador diario de San Petersburgo.

Era el año 1914. Rusia sufría las embestidas y consecuencias de la Primera Guerra Mundial.

Crisis internas y externas en su sociedad preparaban el escenario para la Revolución de Octubre que sobrevendría.  Casi inmediatamente después de acabar con la última Gran Guerra Mundial, ya se presentía en el aire el olor a sangre, pólvora, muerte  y fuego de la siguiente matanza.

No sólo una cruenta ruptura económica y de clases agitaba al País Blanco, también las hambrunas y el descontento social cundían.

Sectarias y subversivas ideologías nacían y se propagaban, confundiendo o encendiendo al pueblo con violentos y febriles ánimos. Los errores estratégicos y militares cometidos por el Zar, su ingenuidad y prepotencia, en breve le costarían el trono, su vida y la de su familia.

Los valores de los grupos de la sociedad oscilaban entre un materialismo ramplón, consecuencia de nocivas lecturas de Marx y Engels, así como un cristianismo místico primitivo, casi medieval.

Nuevos mesías emergían a cada paso prometiendo la salvación: hipnotistas, líderes revolucionarios, anarquistas, socialistas, espiritistas, conspiradores políticos. Todos confluían, se enfrentaban, copulaban, en una densa y explosiva coctelera social. El espíritu brillaba por su ausencia.

Al joven psicólogo y periodista P. D. Ouspensky le desagradó el título del espectáculo: “La Lucha de los Magos”. Escuchó que la dirigía un hindú, luego alguien le dijo que se trataba de un griego del Cáucaso. Pensó que sería un nuevo mercachifles, un farsante, uno más de los múltiples estafadores que visitaban San Petersburgo, anunciando que venían de la India o del Extraño Oriente, para transmitir y mostrar profundas enseñanzas, con la oscura finalidad de engordar sus bolsillos, aprovechándose de la curiosidad e ignorancia del público.

Todo lo que sonara misterioso y oriental resultaba muy rentable desde aquel entonces.

Recortó el anuncio del periódico y por alguna inexplicable razón, lo guardó entre sus cuadernos. Acababa de llegar de la India, previamente buscó maestros, escuelas espirituales, quería algo más. Así que el anuncio de un nuevo místico en su ciudad no lo entusiasmó demasiado.

  1. El Hombre del Mostacho

 

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Lo encontró a los pocos días en la terraza de un café de San Petersburgo. Lo impresionó a la distancia el amplio y prolongado mostacho, su estatura imponente y la corpulencia de su dorso. Mostrando una fortaleza y vitalidad poco comunes. El brillo de su cráneo por completo rapado. Luego una voz gruesa y cristalina, límpida, atrapó sus oídos. Un rudo acento caucásico al hablar: persa o afgano mezclado con ruso oriental o griego, quizá. Sobre todo los ojos penetrantes, comprensivos y profundísimos, traspasaban a sus interlocutores, desnudando sus almas e inhibiéndolos.

Resultó imposible no escucharlo sin fascinación. Se sentaron en la misma mesa. El joven Ouspensky era escéptico, desilusionado de los misticismos y las escuelas espirituales. No quería nuevos maestros, ni prometedoras enseñanzas. No creía ni esperaba nada. Tras una búsqueda espiritual de años, luego de su regreso de la India, se volcaba de nuevo en el raciocinio y el análisis científico.

La guerra y las prisiones, por donde transito en la última década, trastornaron los jóvenes nervios del psicólogo, se encontraba desilusionado, sensible en exceso y deprimido. Leía sin parar, abrevaba de los avances de las ciencias exactas: la física, la química y las matemáticas, en busca de un asidero, también de la literatura mística, teosófica y esotérica. Sin proponérselo, su encuentro con el mago cambiaría el rumbo de su vida y su trabajo.

Gurdjieff lo escuchó atentamente, enfocó con interés su mirada, y luego refutó tranquilamente cada argumento del joven periodista. Bebiendo una tras otra, decenas de tazas de café turco y fuerte armañac. Hablando despacio y sin perder un solo instante la calma. De las arraigadas creencias del novel psicólogo Ouspensky acerca de todas las cosas, no quedaría absolutamente nada en pie.

Gurdjieff nació en Armenia, en una pequeña ciudad del Cáucaso, conocida hoy como Georgia. Poseedor desde niño de una curiosidad insaciable, fue educado por un Pope de la Iglesia Ortodoxa, de quien devoraría toda su biblioteca. Preparándose con él, originalmente como médico y sacerdote de la Iglesia Griega Cristiana.

Durante la adolescencia emprendería viajes por la Ruta de Seda, Persia, Jerusalén, Palestina, Egipto, India. Ya como tratante de alfombras, sanador e hipnotista. O como maestro de danzas y organizador de espectáculos orientales. Aprendería de artesanos, alquimistas, cazadores, criadores de animales, cocineros, médicos tradicionales, incluso de los ladrones del Cáucaso, quienes le ayudarían a desarrollar una paciencia de santo, al permanecer durante días y días acechando en la estepa, sobre las rocas, con un rifle y sin mover un solo músculo.

  1. El Sufrimiento Consciente

Para comenzar con su trabajo psicológico, Gurdjieff aconsejó a Ouspensky no evadir en lo absoluto sus emociones negativas ni tampoco alimentarlas, sino vivirlas a plenitud, sentirlas en totalidad y observarlas a la distancia.

Sabiendo de antemano que el sufrimiento consciente lo volvería finalmente un individuo despierto. El Mago señaló que por lo general, el hombre dormido, el hombre que se vuelve combustible para la Luna, el hombre masa, vive sin querer sufrir, buscando exclusivamente el placer. Produciendo respuestas mecánicas y asociaciones mentales involuntarias, las cuales se encuentran por completo fuera de su control. Evadiendo las responsabilidades y los sufrimientos conscientes. Evitando cargar y llevar a cuestas, voluntariamente su propia cruz.

Le pidió a Ouspensky que no hablara absolutamente con nadie de sus dolencias espirituales, pues al contárselas a otros, las amplificaba y las vivía como mayores. El Sufrimiento Consciente era todo lo contrario: consistía en soportar por decisión propia las más crueles tareas y disciplinas, pero teniendo muy claro el objetivo que se lograría con ellas: ser dueño de Sí Mismo y vencer los hábitos negativos y automáticos.

A partir de entonces, Ouspensky se convertiría en uno de sus principales discípulos. Transcribiría sus enseñanzas orales, charlas y conferencias, en el que más tarde sería el célebre texto: Fragmentos de una Enseñanza desconocida.

Con el tiempo Gurdjieff se interesaría cada vez más por sus Danzas Sagradas, se avocaría en la redacción de su propia obra escrita: Relatos de Belcebú a su Nieto, y en componer música sacra con su armonio.

Viajaría a  Nueva York en varias ocasiones y encontraría ahí un nuevo hogar.

Por su parte, Ouspensky continuaría escribiendo, poniendo en práctica y difundiendo las enseñanzas del Cuarto Camino, pero por cuenta propia. Constituyéndose él mismo como un verdadero maestro.