Aprendiendo a tomar decisiones y a vivir el ahora: Adam Newman

 

NewmanEl escritor de autoayuda: Adam Newman en los 60s

Por: Adán de Abajo
11 de diciembre de 2009

Voy, caminando donde no hay razón.
Donde la lógica se vuelve etérea.
Es otro mundo. Tu propio mundo.

(SAÚL HERNÁNDEZ –Contigo)

 
1. AYUDANDO A UN ESCRITOR DE AUTOAYUDA

Sirvan estas frases como introducción, arrebatadas con animosa voracidad de una entrevista al rockero mexicano Saúl Hernández, cuya música me acompaña desde la adolescencia con sus dos proyectos: Caifanes y más tarde Jaguares. Sus letras y melodías extienden con delicadeza, como tapete de terciopelo, el fondo sonoro en mi Ipod mientras trabajo, escribo, camino, leo… Sobre la necesidad apremiante de vivir el presente y distanciarse sanamente, o crear nuevas dimensiones para el pasado y el futuro personales. Brindando prioridad al tiempo presente vivido por encima de todas las demás cosas.

Así comienza también uno de los primeros capítulos del libro “Vivir en Grande”, fruto de los manuscritos entregados postmortem por un escritor que prefirió el anonimato, adoptando el pseudónimo de Adam Newman. Haciendo énfasis en tres cosas básicas recomendadas para los seres humanos: 1.) la persona más importante es la que tenemos delante; 2.) el lugar en el que debemos estar es justamente donde nos encontramos “aquí y ahora”; y 3.) la actividad que requiere todas nuestras prioridades es la que en este momento desempeñamos, y ninguna otra más.

Siempre sentí curiosidad, cariño y ternura por los libros amarillentos y pasados de moda, abandonados previamente por ingratos lectores que no los terminaron de leer, o por infames analfabetas funcionales. Encontrados luego por mi ojo selectivo y rescatados de bazares y tiendas de viejo.

Muchos años de mi vida los he dedicado a rastrear libros olvidados, huérfanos de lectores, echados de los catálogos de las editoriales comerciales y de los almacenes de las grandes librerías, quienes prefieren los textos de moda en lugar de los autores clásicos. Marginando por igual a los “desmodados”, a los irreverentes, los incómodos; del mismo modo que a los modestos, los sencillos, los humildes y los subversivos. Convirtiéndome yo en su padre adoptivo cuando los encontraba, brindándoles un hogar en los estantes de mi heterodoxa pero muy adorada biblioteca. Encontrados con la misma fascinación que si ocurriese un suceso milagroso en mi existencia, mientras caminaba por el centro de la ciudad de Guadalajara, rastreando con olfato alerta distintos volúmenes, siguiéndoles la pista, yendo de una librería de viejo a otra. Surcando la Calle Argentina, en la Ciudad de México, donde uno que otro librero cazador de antiguas joyas bibliográficas ya me identificaba por mi insistencia, y me tenía guardado algún que otro tesorito para mi colección.

Así descubrí y me fasciné con muchos autores a quienes jamás se mencionó en las escuelas por las que pasé, y que apenas, o de hecho, no aparecían en los programas de educación oficial que descalabraron mi formación: José Revueltas, Edmundo Valadéz, Ananda Coomaranswami, Stanislav Grof, Ronald Laing, David Cooper, Jack Kerouac, Aldous Huxley, Franz Hartmann, Allan Wats, Krishnamurti, Lobsang Rampa, Carlos Castaneda, Alexander Solyenitzin, Paul Feyerabend, Cioran, Anthoni Robins, Gurdjieff, Claudio Naranjo, Lovecraft, Nietzsche, Ouspensky, Charles Dickens, Mark Twain, Alfred Adler, J. J. Rousseau, etc., y muchos etcéteras más. Quienes por diversas situaciones, principalmente un declarado antiacademismo en sus trayectorias, no fueron tomados en cuenta por los programas y las instituciones imperantes de la educación. Quizá también porque sus propias vidas y obras son monumentos vivientes al autodidactismo, muestras encarnadas de que es posible desarrollar el talento y el genio desde afuera de cualquier sistema educativo, formándose en la vida diaria y por propia cuenta. Obteniendo en la mayoría de los casos, a la larga, mejores resultados prácticos, y la creación de una obra de autoría propia, que si hubiesen recorrido durante décadas colegios, escuelas, universidades y postgrados.

Por desgracia, una gran cantidad de las obras de dichos autores pasaron de moda, dejaron de mencionarse en los cafetines y los discursos de los profesores y políticos, o cayeron en el olvido de las bodegas de libros de viejo, y los puestos de antigüedades en los tianguis y los mercados. Quizá algunos, pobres libros viejos y pastosos, fueron best sellers en algún momento fugaz, hace dos o tres décadas por lo menos. Acabando luego abandonados en pilas olvidadas junto con otros hermanos, compañeros de infortunio, carentes de algún lector piadoso que los leyese. Agusanándose o sirviendo de almohada a los roedores. Para fortuna de éste que escribe, pues de mis inmersiones en aquellos infiernos bibliográficos, rescaté bastantes joyas amarillentas y olorosas a humedad que luego me produjeron largas horas de placer y conocimientos.

Autores, todos ellos, a quienes no hubiese conocido de no ser por la existencia afortunada de los buscadores, cazadores y comerciantes de libro viejo.

2. El Hombre Nuevo: escritor de autoayuda y motivador humano:

Adam Newman fue un “motivador humano”, algo que en la actualidad se nombra como coach, término anglosajón tomado del caló del futbol americano, el cual en los años setentas aún no se aplicaba al campo del conocimiento humano. Pero que hoy sirve para referirse a los motivadores y entrenadores en habilidades humanas. Alguien, quien no necesariamente es un psicoterapeuta, aunque a menudo utilice herramientas de la misma o tenga que actuar en ciertas circunstancias como psicoterapeuta. Y que, sin embargo, va aún más allá. “Acompañando” con palabras, frases, acciones y visiones precisas a aquellas personas quienes quieren mejorar su vida o su desempeño en cualquier área. Desde el deporte, la dirección empresarial, pasando por la escuela, las artes, hasta la moda y los negocios. Partiendo del hecho de que nadie está “enfermo” en el sentido tradicional de la palabra, ni trastornado o equivocado del todo. Sino que todos desempeñamos alguna o varias actividades en las cuales somos expertos o las efectuamos de antemano bien. Pero que es posible mejorarlas y mejorar nuestra vida aún más.

Se supone que un coach no atiende problemas psicológicos de la misma naturaleza ni con los mismos abordajes que un psicólogo clínico. Aunque los psicólogos tendríamos que aprender bastante de los coachs, pues se enfocan en mejorar y eficientar aquellas actividades que los expertos de cualquier campo del quehacer humano ya realizan de por sí bien, o pueden hacerlo aún mejor. Una idea parafraseada rápidamente de Robert Dilts en su libro Coaching lo resume bien: las personas eficientes o exitosas centran su atención mucho más en sus éxitos y en las cosas que hacen bien, que en sus errores y fracasos.

Un coach, al igual que un hipotético administrador de actividades humanas, ayudaría a las personas a establecer y afianzar su misión y su visión espirituales. Materializando en objetivos emocionales muy precisos una filosofía personal y única de vida, acorde con una meta trascendental a la cual dirigirse.

El coaching se extiende cada vez más en la actualidad, haciéndonos la competencia con justicia y sencillez a los psicólogos. U obligándonos a los psicólogos a volvernos cada vez más prácticos, más versátiles, más abiertos y a estudiar y ver con mayor respeto el coaching.

Adam Newman se dedicaba en los años sesentas a dictar charlas y conferencias ante públicos de lo más variopintos. Desde sindicatos, grupos callejeros, empresas y negocios, escuelas, grupos de teatro, etc. Trabajaba con personas de distintas edades, profesiones y orígenes sociales.

En su trabajo no contaba con mayores herramientas más que un gigantesco entusiasmo hacia su vida y el desempeño de sus actividades, por modestas que fuesen, de la mejor manera. Además de una cultura universal excepcional, abrevada de manera autodidacta en bibliotecas públicas de los Estados Unidos: desde los presocráticos y los griegos clásicos, hasta los filósofos y novelistas de la primera parte del siglo XX. Una incuestionable formación en los clásicos que le permitía extraer constantes ejemplos de sabiduría de vida, desde Epicuro y Aristóteles, hasta Tolstoi y Thomas Mann. De ellos tomaba diferentes citas textuales para complementar sus charlas y ponencias que presentaba ante los públicos más heterogéneos. Procurando inspirar a sus escuchas con la sabiduría occidental clásica que le encantaba.

3. Los Libros tienen celos:

Desenterré el libro de Adam Newman, con buen tino, extrayéndolo de un tendido en el Tianguis Cultural en el centro de la Ciudad de Guadalajara: “¡Libros de a 10 pesos!”.

Lo leí en breve tiempo, presa de contagioso entusiasmo que no tardó en extendérseme como gripe. De mi parte, desde los últimos años, no menosprecio a ningún escritor, fuese chamán, místico, de superación personal, literato, premio novel, científico o en apariencia chiflado. Así es que me sumergí en él. Con temor a que sus páginas quebradizas y amarillas de tan viejas, se me desbaratasen al ojearlo y subrayarlo, tal como acostumbro marcar en los libros que me apasionan, con tinta de gel o china, las frases con las que me identifico. Los libros se deprimen si no los atendemos, leyéndolos, otros se ponen celosos si no recurrimos a ellos o los dejamos olvidados en algún están. Se encelan cuando no les ponemos atención o preferimos a otros.

Y Sigue Adam Newman hablando:

Atreverse a asumir las decisiones que lo ponen a uno en el camino de su verdadera misión y visión es una tarea ardua, no exenta de iniciales angustias y miedos. El temor inaugural de enfrentar obstáculos, confrontar y domar a las autoridades imaginarias o materiales, y tomar las decisiones de un individuo autónomo y maduro, puede doblegar a la mayoría durante el camino, haciéndolos quebrantarse y preferir los refugios del sometimiento y lo ya conocido.

Vivimos en mundos poblados de seres quebrantados, nacidos a su vez de otros hombres doblemente quebrantados. Quien no se enfrenta a sí mismo, a sus miedos, a los hechos y adversidades, nunca puede estar capacitado para tomar decisiones. Aunque sus ilusiones lo hagan sentir que sí.

Adam Newman nos dice al respecto:

“El mejor entre los tomadores de decisiones sabe que únicamente quien con determinación se enfrenta a circunstancias y hechos, está capacitado para manejarlos. Conoce el valor de la decisión como acto de disciplina y autodominio. Siente una íntima necesidad de exigirse mucho, y un afán superior de trascendencia. Y se vale del poder maravilloso de la paciencia. (…)”

“La mayoría de los hombres y mujeres que toman decisiones afirmativas, solamente lo hacen motivados por necesidades y situaciones externas, tan sólo toman decisiones, como por ejemplo, estudiar una carrera, si esta les promete grandes cantidades de dinero. O lo hacen “siempre y cuando” obtengan un beneficio o “no tengan demasiado sueño”. (NEWMAN, Adam. Vivir en Grande. Diana. Pag.195)

A tomar decisiones se aprende tomándolas, de ningún otro modo, afrontando las consecuencias y teniendo el valor de cuestionarse y cuestionar el exterior. Adam Newman insiste en el hecho de que las verdaderas decisiones son las que para nada están motivadas por estímulos externos: una autoridad, jefe, superior, madre o padre, quien nos insta e incluso ordena hacer algo. O, la fantasía enfermiza de que sólo haremos algo si es que recibiremos casi de inmediato un beneficio material.

Las verdaderas decisiones, o por lo menos las buenas decisiones, las que están acorde con alguien quien tiene una misión y una visón de vida definidas, son las que provienen del interior del sujeto. Es decir, las que, no obstante contraponerse a lo que desean las autoridades que nos rodean y las exigencias del mundo dominante, son apropiadas para nosotros; y más aún, que no recibiremos un aparente beneficio a corto plazo, o incluso su beneficio no se vislumbra para nada cercano. Y aún así, el individuo maduro las emprende y se decide por ellas, a pesar de todo, porque sabe que son congruentes con lo que él es o ha decidido ser.

4. Aprender a tomar decisiones aunque cause angustia:

Escucho en mi Ipod a los Jaguares, a Saúl. Aunque nos encontremos en una de las etapas iniciales, según Adam Newman, en la cual aún nos produce angustia tomar decisiones acordes con nuestra propia misión y visión espiritual. Y a pesar de todo, debemos decidir. No debemos cejar, no obstante, la sensación y el conocimiento de que nuestros panoramas sean en ocasiones tormentosos, habrá calma y nos sentiremos bien con nosotros mismos a la larga, por encima de todas las cosas. Finalmente, esas son las decisiones que realmente hacemos nuestras. Aunque cueste.

Anteriormente despreciaba lo que Saúl Hernández produjo con Jaguares, siempre anhelé a Caifanes. Últimamente no paro de escuchar los discos de su último proyecto, todos. Como que me identifico más que nunca con él, con sus letras, con un dolor espiritual que como a él, me llega.

En el año 76 alguien, también anónimo, envió a un editor el manuscrito de Adam Newman. Este no era su verdadero nombre, poco antes de su muerte decidió llamarse “Hombre Nuevo…”

Voy, caminando donde no hay razón.
Donde la lógica se vuelve etérea.
Es otro mundo. Tu propio mundo.

(SAÚL HERNÁNDEZ –Contigo)

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